Veo dos muchachos parados en la esquina. Ella está frente a él en diagonal poniendo su atención en mitades. Sus rasgos juveniles se afean con el desteñido uniforme y la cara sucia de mulatos. Ella tiene un accesorio curioso en el pelo, algo así como una tirita de nailon con piedras brillantes del largo completo. Su cabellera es espesa y oscura. Ella juega con la tira y la balancea con picardía. Él sigue la conversación e intenta controlar su mirada para no perderse en el pendular. Me quedo pensando en lo que los une, mientras intento descifrar la función de aquel extraño objeto en su cabeza. La muchacha se da la vuelta completa, él agarra rápidamente un mechón abuntante de su cabello y lo huele con pasión (ese instante los congela para siempre en mi memoria). La chica se reincorpora inesperadamente y él deja que el pelo se deslice por sus dedos con naturalidad mientras juega a mirarla dulcemente. Y después, una sonrisa tímida, un abrazo de miradas... Ahora sé que son el olor de su pelo y la discreción de sus dedos.
Soy un gato de mí que escribe
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