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Mostrando entradas de noviembre, 2009
De eso se trata vivir, de ir y volver, de reír, decepcionarse y ser campeones. No recibimos mucho, pero si más de lo que damos, somos hijos del viento que se mece sin razones, estamos bañados en leche lunar tan fría y tan maternal. A veces quisiera conectarme al mundo y sólo logro hacerlo cuando me acerco a personas que pueden vibrar como yo con cada cosa que pasa, ahí me doy cuenta que no estoy sola, que en el mundo también hay otros que se sienten forasteros. Pero así es, unos de papel, otros de cartón, todos tan pequeños y tan moldeables. Hoy quiero volver para decir que hago lo que me gusta hacer, que siento que estoy donde debo y que no importa si me decepciono cada vez más del mundo y del hombre, a veces conocer la realidad humana tiene sus desventajas, tal vez un día me encuentre con la respuesta a todo esto, tal vez un día yo misma llegue a explicarme a mi y a mi papel en el mundo.

Azul

Estaba triste, con la cara larga, con las cejas abajo. Estaba sola, arriesgando su compañía, sintiendo la impotencia. Se ha sentado nuevamente a llorar en esta tarde soleada bajo unas nubes esponjosas que le sirven de pañuelo a sus tan anheladas lágrimas. No le gusta tener razones para llorar, pero le gusta desahogarse, pues pocas veces lo hace. Ella sueña en un azul tan marino que a veces la marea soñar, sueña sin pensar, no le gusta pensar, se queda en el color de sus sueños y en lo lejos que pueden llegar. Ahora se asoma a la ventana, mira el horizonte y siente dolor en el pecho, se inclina para sostenerse y se aprieta fuerte el puño cerca del corazón, ese corazón que ahora siente lo que cuesta asumir las cosas que le pasan, las cosas que no piensa, lo idiota que es. Le gusta ser sentimental, le gusta enamorarse del más mínimo detalle y es conciente de los dolores venideros. Ahora se acuesta en el piso frío que calma su ansiedad, no quedan lágrimas, han sido pocas las derramadas. S

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con ancora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te ataras a la muñeca y pasearas contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo fragil y precario de tí mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgandose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de a atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la

¿Quién se ha llevado mis lágrimas?

Hace un buen rato no lloro, no me salen lágrimas de dolor o desespero, no he sentido esa angustia que siempre me invade el cuerpo, esa impotencia que suele recordarme lo idiotamente frágil que soy. En este instante no me acuerdo de la última vez que lloré con todas mis fuerzas, ahora me olvido fácil de las cosas, tal vez sea un mecanismo de defensa o en realidad me dejo envolver la cabeza, quizá ahora soy más fuerte y supero fácil las cosas, podría ser que lloro por cosas diferentes a mi impotencia ante el mundo. No puedo decir que todo anda bien, que todo es felicidad y que esa es la razón de que hace un rato no lagrimeo. Podría ser que he superado situaciones y cosas que me hacían llorar fácilmente, como quien tiene un callo en la mano y no vuelve a sufrir por ampollas molestas. Pero a mi no me molesta llorar y tocar la herida, eso me hacía sentir más liviana, pues cuando lloraba mucho sacaba todo eso que me atormentaba. Podría ser que he crecido un poco con esto de ser tan sentiment