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Veinte mil leguas de viaje submarino Fragmento del capítulo XVII: Del cabo de Hornos al Amazonas


Al día siguiente, 12 de abril, durante el día, el Nautilus se aproximó a la costa holandesa, hacia la desembocadura del Maroni. Vivían en esa zona, en familia, varios grupos de vacas marinas. Eran manatís que, como el dugongo y el estelero, pertenecen al orden de los sirénidos. Estos hermosos animales, apacibles e inofensivos, de seis a siete metros de largo, debían pesar por lo menos cuatro mil kilogramos. Les hablé a Ned Land y a Conseil del importante papel que la previsora Naturaleza había asignado a estos mamíferos. Son ellos, en efecto, los que, como las focas, pacen en las praderas submarinas y destruyen así las aglomeraciones de hierbas que obstruyen la desembocadura de los ríos tropicales.

-¿Sabéis lo que ha ocurrido desde que los hombres han aniquilado casi enteramente a estos útiles animales? Pues que las hierbas se han podrido y han envenenado el aire. Y ese aire envenenado ha hecho reinar la fiebre amarilla en estas magníficas comarcas. Las vegetaciones venenosas se han multiplicado bajo estos mares tórridos y el mal se ha desarrollado irresistiblemente desde la desembocadura del Río de la Plata hasta la Florida.
Y de creer a Toussenel este azote no es nada en comparación con el que golpeará a nuestros descendientes cuando los mares estén despoblados de focas y de ballenas. Entonces, llenos de pulpos, de medusas, de calamares, se tornarán en grandes focos de infección al haber perdido «esos vastos estómagos a los que Dios había dado la misión de limpiar los mares».

Sin por ello desdeñar esas teorías, la tripulación del Nautilus se apoderó de media docena de manatís para aprovisionar la despensa de una carne excelente, superior a la del buey y la ternera. La caza no fue interesante porque los manatís se dejaban cazar sin defenderse. Se almacenaron a bordo varios millares de kilos de carne para desecarla.

Julio Verne


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Libertad para hacer uso público de la razón

" Sin embargo, para esa ilustración sólo se exige libertad y, por cierto, la más inofensiva de todas las que llevan tal nombre, a saber, la libertad de hacer un uso público de la propia razón, en cualquier dominio. Pero oigo exclamar por doquier: ¡no razones! El oficial dice: ¡no razones, adiéstrate! El financista: ¡no razones y paga! El pastor: ¡no razones, ten fe! (Un único señor dice en el mundo: ¡razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!) Por todos lados, pues, encontramos limitaciones de la libertad. Pero ¿cuál de ellas impide la ilustración y cuáles, por el contrario, la fomentan? He aquí mi respuesta: el uso público de la razón siempre debe ser libre, y es el único que puede producir la ilustración de los hombres. El uso privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se obstaculice de un modo particular el progreso de la ilustración". Kant: ¿Qué es la ilustración? (Fragmento). http://www.cibernous.com/autores/kant
Es un desespero interno, un no sé qué hacer. Es sencillamente no hallarme en ningún lado, sin razones, con las ganas bajitas, con la indecisión alborotada. Días de niña, femeninos y lunáticos... Días de encierro en el mí misma atormentador. Soy de piedra o de barro y no tengo activado en la cabeza el chip de la decisión. Bajito el ánimo, alto el sueño y el cansancio. Tal vez razones me faltan, pero no en la vida, sino en la cotidianidad. ¿What's your name? ¿What's your number? - La lluvia me atrapa, me encierra, me tumba- Pero... Los días de sol vuelven y con ellos mi energía, lo mío son las tardes brillantes. Es como si mi fuerza se recargara con el sol. Y no es que no me guste la lluvia, siempre disfruto de su sonido y a veces me parece que tiene una belleza insuperable. Pero su aparición continua me va poniendo taciturna y dormilona, y ahí es que llega todo el desespero anteriormente mencionado, aunque a veces quisiera no excusar al mundo por mis estados de áni