Apago la luz.
Con unas tenazas agarro el bombillo
aún caliente
y lo exploto en la tensión de sus cristales.
Los vidrios me hieren en esa habitación.
Pero el silencio oscuro,
sin los afanes lúcidos,
ronca las ideas para llenarme
de precisión.
Me detengo,
levanto la cabeza
e invoco al alma.
Con unas tenazas agarro el bombillo
aún caliente
y lo exploto en la tensión de sus cristales.
Los vidrios me hieren en esa habitación.
Pero el silencio oscuro,
sin los afanes lúcidos,
ronca las ideas para llenarme
de precisión.
Me detengo,
levanto la cabeza
e invoco al alma.
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