Buen día que suena a otra lucha
incansable por resistir. No como un secreto por encontrar o un enigma por
resolver, más como una herida que sangra y no sana. Un no sé cómo ni para dónde
agrio. Estoy rendida a los pies de mi estómago y no entiendo para qué la cabeza
pregunta tanto si se pone a llenarme el pecho de mocos. Estas soledades son
inquietantes porque termino regada y entonces me encarto con la gente que hay
en mí. No podría aborrecerlas, son tan hermosas todas como yo misma, me
acarician con sus observaciones, tanto inteligentes como impulsivas. Me
mantiene en pie de lucha reconocerlas y me abstengo ahora de implicarme más
allá. Quiero compartir pero mi entrega no merece la angustia, rayando los
cristales y retándome a ser yo misma para encontrarme con rotas ganas de
agarrar. Negra y tranquila, tostada y al tiempo recargada por el sol, en quien
me baño y a quien invoco a brillar más fuerte cada vez. En mi contexto machista
hablarle al masculino como arquetipo de fuerza es creerme una copia de algo así
como un ser clasificado y orientado. Y creyéndome me creo mientras me creen
algo entre líneas como si aliteración fuera igual a alteración y este sentido
tuviera algo de letras.
No seré miel, pero tengo algo de dulce y pegajoso. No seré agua, pues no he sido transparente. No soy del todo negra y por eso tampoco seré carbón. No vengo a salvarme, pues entiendo que no tengo salvación. Voy a caminar hasta que me canse, después dormiré sobre la pradera del placer. Verdosa, amarillenta y silenciosa, porque he manchado mi alma. Ya no seré alma, porque de la tierra soy. Y no seré tierra tampoco, pues aquí me tienes civilización. Y cuando despierte y deje de escuchar esa canción, allí estarás con esa sonrisa que me llena de aliento y me recuerda que viento y ceniza soy.
Comentarios