Estaba triste, con la cara larga, con las cejas abajo. Estaba sola, arriesgando su compañía, sintiendo la impotencia. Se ha sentado nuevamente a llorar en esta tarde soleada bajo unas nubes esponjosas que le sirven de pañuelo a sus tan anheladas lágrimas. No le gusta tener razones para llorar, pero le gusta desahogarse, pues pocas veces lo hace. Ella sueña en un azul tan marino que a veces la marea soñar, sueña sin pensar, no le gusta pensar, se queda en el color de sus sueños y en lo lejos que pueden llegar. Ahora se asoma a la ventana, mira el horizonte y siente dolor en el pecho, se inclina para sostenerse y se aprieta fuerte el puño cerca del corazón, ese corazón que ahora siente lo que cuesta asumir las cosas que le pasan, las cosas que no piensa, lo idiota que es. Le gusta ser sentimental, le gusta enamorarse del más mínimo detalle y es conciente de los dolores venideros.
Ahora se acuesta en el piso frío que calma su ansiedad, no quedan lágrimas, han sido pocas las derramadas. Siente placer al mirar para el techo y sentirse colgando. vuelve a soñar y vuelve a marearse, pero ahora no teme hacerlo, ahora se ahoga en el agua azul y se hunde tan profundo que ya no puede respirar, no siente nada, no le hace falta el aire, ya no está colgando, ahora flota suave y lentamente.
Comentarios
Hermoso texto.