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Un llamado desesperado

Todo tiene una raíz, por eso tenemos que buscar el fondo del asunto en el asunto mismo, porque somos diferentes, nuestra cultura, el lugar donde vivimos y las personas que nos rodean inciden en nosotros con sus propias concepciones éticas y morales, así hayan cánones establecidos. Nadie va a quitarle de la cabeza las ganas de sangre a alguien que vive, vivió y estará sumergido en ella. Por eso hoy tengo la duda, ando inquieta en ahondar sobre la historia violenta de mi ciudad y de mi país en general, porque estoy segura que la solución (maravillosa y milagrosa) está dentro del pasado y el presente de esta situación. Porque hay dolores que sólo se curarán con la muerte, hay resentimiento y remordimiento, este país esta lleno de corrupción y de marginación, y el hombre es gigante, al hombre no se le hiere ni se le aparta. Cuando se intenta tapar la realidad, esta se pudre internamente y luego estalla hediendo a toda la ciudad, sin piedad, con lágrimas, tomando la vida, tomando la integridad del mismo humano.

Entonces llamo hoy a nuestro padre Estado, a ese que intenta crear una imagen y vivir de ella, lo llamo porque no necesitamos una imagen, poco nos interesan las relaciones internacionales cuando los grandes problemas, los de fondo, los del corazón, están ahí tapados, acallados, sin nadie que tenga la voluntad para escucharlos y limpiarlos, con el corazón mismo, con el entusiasmo que caracteriza a los grandes cambios en la historia humana. Porque no necesitamos un libre comercio, cuando nuestras montañas, laderas y esquinas oscuras se desvanecen en pobreza y sumisión.

Cuando un Estado entiende a su nación, sabe lo que necesita y la escucha, ya no es Estado, ya es padre, ya es amor.

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