Hace un tiempo comencé a bordar. Fui a una clase con una gran amiga, en la que nos encontramos a través del trabajo paciente de comprender unas puntadas básicas y colorear un mandala, entregando allí el pensamiento. Ese día fue hermoso, me conecté y salí contenta con mi kit para bordar mandalas. Terminé ese y se lo pegué a un morral que luzco orgullosa. Luego dibujé otro y comencé con las puntadas aprendidas, pero quería más, algo más complejo que ya estuviese diseñado para esas formas que se repetían y me nublaban el disfrute. Eso se convirtió en un bloqueo, como siempre que uno cree que necesita un conocimiento antes de. Meses después vino una amiga que no veía hacía rato, la vi al llegar y luego no salieron las cosas, yo estaba en casa, intentando verme a mí misma, buscando un silencio que se reía a carcajadas. Entonces volví a mirar aquel segundo mandala, y vi que podía terminarlo con lo que sabía y hasta podía intentar unas letras con las puntadas que había visto en inter...
Soy un gato de mí que escribe